Bob Ballard: el hombre que encontró el Titanic en 1985 revela detalles de su hazaña
Para Bob Ballard, el viaje que realizó a bordo del buque militar RV Knorr, en 1985, no tenía mayores expectativas. Se trataba de la expedición número 70 de un geólogo que en algún momento de su vida decidió cambiar las excavaciones por las embarcaciones. "El Titanic nunca fue mi obsesión, sino más bien un desafío tecnológico", contó Robert Ballard a La Tercera.
Fue así como, tras dejar la embarcación francesa con la que intentaba buscarlo, Ballard pidió ayuda al gobierno estadounidense para seguir con su investigación. Llegaron a un trato: si encontraba dos submarinos perdidos cerca de la costa de Canadá, podría usar el tiempo restante en buscar el "barco de los sueños", como se le conocía al Titanic.
Ballard cumplió con su parte y la Marina con la suya: en agosto de 1985 tuvo dos semanas para intentar lo que dos expediciones anteriores no habían logrado (en 1973 y 1981). "En ese entonces no había un sentido cooperativo, por lo que no se compartían los datos", explica. Eso significaba que debía partir de cero. Pese a eso, en 14 días logró la hazaña: con un sonar dio con los restos del Titanic, que este año vuelve a ser noticia, al cumplirse 100 años de su hundimiento.
El hallazgo del Titanic, dice Ballard, fue una mezcla de "destino" y estrategia, ya que -a diferencia de las expediciones anteriores- "en lugar de buscar el barco completo, decidimos usar el sonar para encontrar los escombros generados por el impacto del barco en el fondo del mar".
En retrospectiva, era lo más lógico: los artefactos más pequeños estarían a menor profundidad, producto de las corrientes marinas. "Encontrando la estela de escombros y conociendo la dirección de las corrientes de la zona, encontrar el Titanic sería una tarea sencilla".
No se equivocó. El RV Knorr realizó un barrido del sector de noroeste a suroeste, en lugar de hacerlo de este a oeste, como las anteriores expediciones, y aparecieron inmediatamente los primeros indicios de rastros lejos del fondo marino. "Fue el 1 de septiembre", recuerda. Manteniendo su plan, siguió la ruta de la corriente y ese mismo día dio con el lugar exacto. El resto de la tarea la hizo Argo, un robot sumergible que tomó las primeras fotografías del barco. Allí se hizo también el primer gran descubrimiento: el Titanic se había partido en dos producto del choque.
Ballard aún recuerda ese momento con emoción, pese a que han pasado 27 años. "El Titanic es como la pirámide del mar, su descubrimiento sirvió para inspirar a muchos a buscar en el museo más grande del mundo, uno sin cerradura: el océano", comenta. Desde ese día, además, su vida no volvió a ser la misma. De la noche a la mañana se convirtió en una especie de héroe para una generación acostumbrada a mirar -hasta entonces- en dirección al cielo.
Proteger el legado
¿Por qué el Titanic sigue importando después de 100 años? Para Ballard, la respuesta es sencilla: el Titanic es redescubierto por cada generación por el juego moral que allí debió ocurrir. "Recuerdo la historia de un joven que se subió al barco con 17 años y cumplió 18 la noche del hundimiento. Cuando le ofrecieron un bote de rescate, él lo rechazó, pues dijo que ya era un hombre. ¿Tu harías lo mismo en su posición?", dice.
Este tipo de historias las fue averiguando junto a James Cameron, al que conoció en 1995, cuando el director de cine estaba realizando la película Abismo y lo contactó para que lo asesora en el filme. Tras eso se hicieron amigos y terminaron trabajando juntos para la célebre película Titanic, donde el geólogo lideró la expedición donde Cameron obtuvo las imágenes reales del naufragio que se muestran en el filme.
Historias humanas de ese tipo serán el eje central del programa Salvemos al Titanic con Bob Ballard, que se estrenará el 8 de abril por National Geographic, y que reconstruirá el viaje realizado ese día, además de responder a la pregunta de si el Titanic podrá sobrevivir otros 100 años.
Un tema que a Ballard le preocupa sobremanera, pues, a su juicio, el mayor daño al Titanic ha sido hecho por las mismas exploraciones. "Si comparamos las fotografías de mi primera expedición, en 1985, con la que participé en 2004, por ejemplo, puedes ver claramente que los sectores dañados se deben a la manipulación de los submarinos", dice. Es por eso que en todas sus investigaciones usa robots, en lugar de descender por su cuenta. "Puedes ver áreas donde no es seguro descender y puedes ver que todo sigue intacto".
Un mensaje frente al que la comunidad científica ha reaccionado de diversas formas, como es el caso de Deep Oceans Exploration, entidad que realizará la única expedición submarina de 2012 al Titanic, y cuya oferta es llevar a ver al gigante dormido en el fondo del mar.
Foto en movimiento
Rob McCallum es una de las pocas personas en el mundo que se ha sumergido para ver con sus propios ojos el sitio del hundimiento del Titanic. "Lo primero que sientes es una calma profunda, por la ausencia de ruido a cuatro mil metros bajo el mar, pero también porque todo está profundamente quieto", dijo a La Tercera el líder de esta expedición, que se extenderá de junio a septiembre y que llevará a cerca de 90 personas a ver por más de tres horas el Titanic.
El viaje no es fácil: en total son 10 horas -contando el descenso y el ascenso-, en donde tres personas deberán convivir en un espacio de 7,8 m de largo por tres de alto. Esos son los costos de viajar en los MIR, dos submarinos rusos creados a finales de los 80 que, hasta el día de hoy, son dos de los siete vehículos capaces de llevar gente a profundidades mayores a tres mil metros.
Para el 90% de quienes pagaron los 60 mil dólares (30 millones de pesos) que cuesta el viaje será la primera vez que se enfrentren cara a cara con el Titanic. Algunos con interés científico, pero muchos con sólo cumplir el sueño de ver a la nave en su sitio final. "Lo más sorprendente de poder ver el Titanic al frente es su inmenso tamaño", dice McCallum. "Uno puede saber de memoria sus dimensiones y estadísticas, pero sin verlo en vivo no es posible apreciar su verdadera envergadura".
El viaje, eso sí, será simplemente de observación. No se extraerá ningún artículo del barco, pues será sólo un viaje contemplativo.
Un dato algo anecdótico, pero que podría entenderse como una señal de respeto hacia una dama de acero que en los últimos 20 años nos ha contado prácticamente todo lo que vivió y que, tras un siglo de espera, por fin podrá descansar en paz.
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